A la hora de afrontar la comunicación de una institución o empresa, es imprescindible conocer las ramificaciones o vertientes a abarcar. En TODA organización, existen DOS tipos de comunicación: interna y externa, siendo esta última la más conocida y considerándose, en ocasiones, incluso la única. 

La COMUNICACIÓN EXTERNA engloba todas aquellas acciones comunicativas dirigidas a sectores externos de la empresa emisora: sus clientes, sus proveedores, la sociedad en general, los medios de comunicación o las administraciones, entre otros públicos; e incluye actividades comunicativas como las relaciones con los medios o la publicidad. 

La COMUNICACIÓN INTERNA, en cambio, va dirigida directamente a la propia institución, a todos los públicos que pertenecen a la misma, como por ejemplo, sus trabajadores, sus directivos u otros miembros. La componen acciones como el buzón de sugerencias, las reuniones o las newsletters. Sin ella, la coordinación e integración de todos los empleados de la empresa se hace imposible, afectando a la misión, la visión y los valores de la organización.

La gestión adecuada de la comunicación de un organismo pasa no sólo por comunicar al mundo, sino también por comunicar a su propio universo empresarial, creando un equipo perfectamente engrasado y contándoselo al resto.

No obstante, progresivamente en los últimos años, y ya de forma clara en la actualidad, nacen nuevos canales que rozan la frontera entre ambas comunicaciones, siendo prácticamente imposible delimitar a qué grupo pertenecen. ¿Son las redes sociales únicamente un canal de comunicación externa? ¿Y en qué se convierten cuándo estas son visitadas por sus propios empleados? Sin duda, los límites están más difusos que nunca, ¿no crees?